Como todos sabemos, los alumnos sin acceso a la educación a distancia han sufrido las grandes consecuencias que esto les conlleva, y en esta pandemia han resaltado en el ámbito educativo las grandes desigualdades que ha traído el resurgimiento del mundo online.
Durante todo este año hemos estado escuchando quejas sobre la docencia online: si ponen muchos deberes, el tener que ver documentales, el tener que realizar los exámenes orales por videollamada, etc.. Todo esto parece bastante pesado, pero no nos hemos parado a pensar en esas personas que no pueden desarrollar ninguna de estas tareas, es decir personas que, como representa esta fotografía, poseen un simple lápiz como único material de trabajo. En definitiva, no nos hemos parado a pensar en que no se ha prestado tanta atención a estos casos y no se ha llevado a cabo plenamente el derecho que todo niño debería de poseer, el de: tener una educación (artículo 27 de la Constitución Española).
Podemos afirmar que en las aulas, no todos los alumnos avanzan de la misma manera ni al mismo ritmo, y, es aquí donde aparece la gran problemática, en la que los protagonistas son las familias que viven en condiciones más desfavorecidas, en las que se les priva a sus niños de continuar con su aprendizaje académico. Ya no es que dicho grupo no tenga los recursos tecnológicos necesarios para desarrollar la educación a distancia, sino que es inexistente la formación y la experiencia previa de los sistemas tecnológicos en estas familias.
En conclusión, los grandes perdedores de la pandemia son los más alejados de la nueva cultura escolar digitalizada. Y por lo tanto, el confinamiento ha puesto de manifiesto el desnivel que sufren las aulas a la hora de que los alumnos puedan acceder a la enseñanza a distancia.
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